Crítica de narrativa

Musiquito del talón, de Alfonso López Corral

Musiquito del talón

Alfonso López Corral
Musiquito del talón
Fondo Editorial Tierra Adentro (FETA)
2013

Por Cristian Lagunas

«Cuando te fuiste me quemaste mi jacal», dice una canción, «prendiste fuego y lo hiciste intencional. Qué quemadito me dejaste a San Martín, qué renegrito, se quedó como un hollín», canta Sergio Vega, asesinado en 2010 por sicarios armados en la carretera México-Nogales. Su caso, entre muchos otros, puebla titulares de nota roja y pantallas de televisor.

El morbo y la violencia se transforman en costumbre y en ficción: para los no habituados, se produce un distanciamiento; para los cercanos, la creación de una realidad alterna es la única forma de escapar del horror rutinario, aunque muchas, quizá la mayoría de las veces, los intentos sean infructuosos. Alfonso López Corral (Navojoa, 1979) entiende lo anterior y en Musiquito del talón (FETA, 2013) –título compartido con el de la canción de los Hermanos Vega– presenta una serie de historias en las que el crimen forma parte de lo cotidiano.

Cuentos que afrontan la crudeza o se refugian –parcialmente– de ella, cuyos personajes se encuentran ligados por razones distintas a una ciudad: ya sea en la incesante espera de alguien dispuesto a no regresar, porque atraídos por una suerte de desdicha deciden volver o porque en su intento de huida pierden el sentido y terminan en el punto de partida.

En el relato inicial, un músico de cantina deja los corridos para narrar historias de bandidos locales. «Todos los que me pagaban querían saber más […] La gente que había hecho de la Proceso su revista de mitotes, comenzó a procurarme a todas horas y en todas partes». Se presta atención a la oralidad, que consigue mitificar la figura del criminal y dotarlo de cierto halo de heroísmo, tema que se aborda en “Héroes entre nosotros”, texto en el que un hombre viaja de Navojoa a Estados Unidos para conocer a un hombre que admira. López Corral consigue introducir al lector a un universo solitario y de peligro latente: se pasa de una carretera nocturna a la asfixiante capilla de un templo.

Más que mostrar de forma explícita la violencia, a la manera de un periódico amarillista, estos cuentos –galardonados con el Premio Nacional de Cuento Joven Comala 2013– reflejan la constante angustia que experimentan quienes se encuentran más próximos a ser víctimas del crimen organizado. Una madre y su nuera conversan en un mercado sobre el hijo/esposo asesinado; un «simple colocador de cortinas y persianas de catálogo», como se describe a sí mismo el personaje, es el encargado de restaurar una antigua casa que ha pertenecido por décadas a caciques y a narcotraficantes.

Hay espacio –sugerido o entre líneas– para el humor, pero es en la aspereza donde López encuentra acomodo a su voz narrativa y consigue resultados notables: en “Treinta balazos”, a mi juicio el cuento que más destaca, un policía fracasado se encarga de recoger un cuerpo mutilado pocas horas antes: el exánime se pasea en una camioneta, hundido entre hielos, en la  búsqueda de un lugar donde acepten recibirlo.

El mayor defecto de Musiquito del talón son quizá las largas introducciones a los textos, que revelan la preocupación del autor por encontrar una respuesta histórica a los conflictos de hoy: ¿en qué momento los bandidos –o héroes, según se quiera ver– de la Revolución se envilecieron, transformados en narcos? Personajes como Pancho Buitre, criminal más admirado del pueblo, aportan al libro un tono mixto entre la caricatura y el realismo, lo cual no resulta muy afortunado.

Aun así, Alfonso López Corral no duda en agitar los prejuicios del lector respecto a la cultura del narco: si los cadáveres forman ya parte inherente del México contemporáneo –quizá por la profunda admiración a quienes les precedieron–, es necesario aprender a convivir con ellos, aunque sea por medio de rumores, en la música grupera o en este volumen de cuentos, en los que el lector podrá encontrar una muestra de las situaciones que, en el estricto presente, agitan al país.

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Cristian Lagunas (Metepec, Estado de México, 1994). Estudia la licenciatura en Letras Hispánicas en la UAM Iztapalapa. Participó en la antología 25 golpes de suerte, publicada por Lectorum en 2013. Sus textos exploran las posibilidades del lenguaje como sistema creador de vertientes narrativas.

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