Artículos/Teatro mexicano

El actor y su relación con el espectador

clown

Por Paolo Becerra

Me he preguntado cuál es el papel del teatro en torno a lo social y he comprendido que una de las respuestas a esta pregunta está relacionada con el encuentro entre un grupo de personas que han ensayado una partitura escénica y otro grupo que no tiene ensayos: el público.

El público da sentido a todas las acciones que lleva a cabo el actor en el espacio escénico, dicha relación es intangible y no implica la irrupción del espectador en el desarrollo del drama. Ejemplo de ello es el teatro participativo, el cual rompe con los acuerdos establecidos entre actor y espectador y busca su participación activa. Este tipo de teatro transgrede los esquemas, orillándonos a reflexionar sobre las convenciones sociales que suceden en nuestra vida diaria. Sin embargo, en algunas ocasiones el actor no sabe hasta dónde llevar dicha participación.

He visto muchas puestas en escena donde el actor habla directamente al público y lo invita a participar, pero cuando un valiente se atreve a tomar parte, los actores cortan la bajo la premisa de estar perdiendo el ritmo, incluso he llegado a ver que algunos actores hacen caso omiso del espectador y siguen con su diálogo. Esto sucede porque no hay una reflexión sobre la aportación del público. ¿Estoy dispuesto a llevarla a sus últimas consecuencias? Al no haber una preparación para esto, el actor hace lo que tiene marcado, otras veces (lo digo por experiencia propia) tenemos miedo a quedar en evidencia, a cometer un «error».

 El actor debe desarrollar su sensibilidad, escuchar con todos sus sentidos al otro y permitirse establecer una relación más profunda con el público. El director y los actores crean un universo con sus propias convenciones, no se puede ir en contra de ellas; si la convención invita al espectador a colaborar, debemos tomarlo en cuenta.

La relación actor-espectador sucede con frecuencia en el clown donde, a diferencia del teatro participativo, la intervención es más sutil. De acuerdo con Jesús Díaz (director de la Sensacional Orquesta Lavadero) existe un principio técnico en el clown llamado pausa de provocación, el cual consiste en hacer una pausa y esperar la reacción de los asistentes, es decir, el clown continúa con sus acciones hasta que los espectadores reaccionan, y acciona de acuerdo al estímulo recibido. El clown es sensible a quien lo mira, esto provoca que en los más ínfimos detalles su actuación cambie, el público es participe de las reacciones del clown, entiende que ninguna representación es exactamente igual a la otra. El clown se da cuenta que no es más ni menos que los espectadores, entiende que sin ellos su arte no es posible, es un juego que necesita de los dos.

El actor, al igual que el clown, requiere del espectador, ambos desarrollan una técnica para jugar con él. El encuentro entre dos personas está sujeto a lo impredecible; el teatro es una relación entre dos o más seres humanos y, como tal, se prepara para enfrentar la relación que creará en el hecho escénico. El teatro crea formas diferentes de relacionarnos, de ahí su vínculo con lo social.

Hoy en día las relaciones humanas están supeditadas al dinero, eres exitoso de acuerdo a la cantidad de dinero que tengas, puedes acceder a ciertos lugares y conocer a ciertas personas por que el dinero lo permite. En el teatro el espectador paga para ser entretenido y el actor hace lo suyo para entretener al público (tú te sientas, miras, y yo te entretengo). Gran parte del teatro contemporáneo apuesta por esa relación, pero, ¿por qué tiene que ser el teatro entretenimiento y nada más? Me permito citar a Peter Brook: «con frecuencia y debido a que su arte es impuro, se ha calificado de prostituta al teatro, pero en la actualidad dicho calificativo es cierto en otro sentido: las prostitutas cobran y luego abrevian el placer».

El encuentro entre actores y público puede ser un acto cuya complejidad trasciende el terreno de lo intelectual, llevándolo al campo de lo sensible  y espiritual. Para esto el actor necesita ser honesto, compartir con el otro su esencia, de ahí que Grotowski hable de la relación del actor y el director como un acto de amor. Este acto de amor debe ser trasladado al vínculo actor-espectador, convirtiendo al teatro en una experiencia profunda, capaz de hacer trascender la consciencia de los participantes en cuanto a sus problemáticas humanas y de comportamiento. El dominio de una técnica por parte del actor está sujeto a la calidad que él mismo tiene como ser humano.

 El cine o la televisión no pueden crear esos vínculos, uno no se puede relacionar con una pantalla, por más que le gritemos al televisor el actor nunca lo podrá escuchar, son sistemas cerrados, unilaterales, incapaces de permitir la transformación de la obra artística. De ahí la importancia de la interacción escénica: el teatro existe cuando actores y espectadores se integran en una pequeña sociedad efímera.

Referencias

Brook, Peter, El espacio vacío, (1968).

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Paolo Becerra es licenciado en Literatura Dramática y Teatro por la UNAM. Dentro de su experiencia artística, sobresale su participación en el Festival Internacional de Teatro y Danza de Rio de la Plata en Argentina, y en el 2do Festival Internacional Cerro de Arena, con la obra Home bajo la dirección de Howard Lotkner (República Checa), destaca su participación como poeta en el Festival Iberoamericano de Cultura Musical Vive Latino 2012. Con la obra Diálogos de Nostalgia y Pollos ganó el premio a la Creación Escénica Teatral en el 2007, obra finalista del XV Festival de Teatro Universitario y selección especial del Encuentro de los Amantes del Teatro 2009. Se presentó dentro del marco del Coloquio Internacional de Teatro y Futbol organizado por el CITRU con la obra El Fucho donde participa como actor y director. Actualmente forma parte del elenco del Carro de Comedias de la UNAM con la obra La Amenaza Roja bajo la dirección de Ignacio Escárcega.

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